El abordaje diagnóstico de las enfermedades de la glándula tiroides suele ser más directo en comparación con otras patologías endocrinas, gracias a la disponibilidad de pruebas bioquímicas sensibles, estudios de imagen y, cuando está indicado, procedimientos histopatológicos. No obstante, persisten dudas entre pacientes y profesionales no especialistas sobre los criterios diagnósticos específicos según la entidad clínica.
Para profundizar en este tema, BeHealthMED dialogó con la Dra. Nicolle Canales, endocrinóloga con subespecialidad en diabetes, metabolismo y enfermedades tiroideas, quien explicó los fundamentos diagnósticos de las principales patologías tiroideas.
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Desde el punto de vista anatómico y funcional, la tiroides es una glándula endocrina con morfología de mariposa, localizada en la región anterior del cuello, cuya función principal es la síntesis y secreción de hormonas tiroideas (T4 y T3), esenciales para la regulación del metabolismo basal, el gasto energético y múltiples procesos sistémicos. Diversas alteraciones estructurales y funcionales pueden comprometer su adecuado desempeño.
Según la Dra. Canales, las enfermedades tiroideas pueden agruparse, de forma general, en cinco grandes categorías clínicas: hipotiroidismo, caracterizado por una producción insuficiente de hormona tiroidea; hipertiroidismo, definido por un exceso de hormona tiroidea circulante; bocio, entendido como el aumento del tamaño glandular; nódulos tiroideos, que corresponden a crecimientos focales benignos o malignos; y cáncer de tiroides, con distintos subtipos histológicos y comportamientos biológicos.
Evaluación clínica y pruebas de laboratorio
El proceso diagnóstico inicia con una evaluación clínica integral, que incluye anamnesis dirigida, antecedentes personales y familiares, y un examen físico detallado. Este último contempla la palpación cervical para identificar aumento de volumen glandular, asimetrías, consistencia anormal o presencia de nódulos.
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Las pruebas de función tiroidea constituyen el pilar diagnóstico inicial. La Dra. Canales destacó que la medición sérica de la hormona estimulante de la tiroides (TSH), junto con los niveles de tiroxina libre (T4 libre) y, en casos seleccionados, triyodotironina (T3), permite establecer el diagnóstico funcional. En el hipertiroidismo primario, los niveles de T4 y T3 suelen encontrarse elevados con TSH suprimida, mientras que en el hipotiroidismo primario se observa una TSH elevada con concentraciones bajas de hormonas tiroideas.
Es importante resaltar que no todas las patologías tiroideas requieren el mismo enfoque diagnóstico. En situaciones específicas, pueden indicarse pruebas adicionales como anticuerpos antitiroideos (anti-TPO, anti-tiroglobulina o TRAb) para identificar etiologías autoinmunes, o estudios de imagen para caracterización estructural.
Diagnóstico del bocio y alteraciones estructurales
El bocio puede manifestarse como un agrandamiento difuso de la glándula o como consecuencia del crecimiento nodular. Para su evaluación, además del examen físico, la ecografía tiroidea es la herramienta de imagen de primera línea. Este estudio permite valorar con precisión el tamaño glandular, la ecogenicidad, la vascularización y la presencia de nódulos, así como sus características sospechosas de malignidad.
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La Dra. Canales enfatizó que la ecografía no solo confirma la presencia de bocio, sino que orienta la necesidad de estudios adicionales, como la biopsia por aspiración con aguja fina (BAAF), cuando existen criterios ecográficos de riesgo.
En conclusión, el diagnóstico de las enfermedades tiroideas se fundamenta en una adecuada correlación clínico-bioquímica, apoyada por estudios de imagen y procedimientos invasivos cuando están indicados. Un enfoque sistemático y basado en guías clínicas permite optimizar la detección temprana y el manejo oportuno de estas patologías endocrinas frecuentes.

