El cáncer hepatocelular (CHC) ocupa los primeros lugares entre las causas de muerte por cáncer a nivel mundial. Aunque el cáncer de próstata y el de seno son más frecuentes, el CHC presenta una mortalidad significativamente mayor, en gran parte porque suele diagnosticarse en etapas avanzadas. De acuerdo con el Dr. Joel López, Hematólogo Oncólogo y Presidente de la Asociación de Hematología y Oncología de Puerto Rico, la clave está en la detección y la prevención:
“La eliminación de la hepatitis C es, en sí misma, una forma de prevención del cáncer hepatocelular. Hoy contamos con antivirales capaces de curar más del 95 % de los casos”.
La hepatitis C crónica es responsable de hasta el 20 % de los casos de CHC. Su evolución, desde una infección asintomática hasta el desarrollo de cirrosis y cáncer, puede tardar entre 20 y 30 años. Este amplio margen ofrece una ventana crucial para la intervención médica y el tamizaje oportuno.
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Vigilancia y estrategias de prevención
El Dr. López enfatiza que los médicos deben adoptar un enfoque más preventivo: “A veces me gustaría tener una clínica más preventiva que reactiva, porque la mayoría de los pacientes llegan cuando ya tienen el diagnóstico”, dice.
Para pacientes con cirrosis hepática, el seguimiento es fundamental. De acuerdo con el especialista, se recomienda realizar un ultrasonido abdominal y una medición de alfafetoproteína cada seis meses, dado que el riesgo anual de desarrollar CHC oscila entre 1 % y 4 %.
Además, la detección temprana permite tratamientos localizados —como cirugía, ablación o trasplante— con potencial curativo. En contraste, cuando la enfermedad avanza y requiere terapias sistémicas, la sobrevida media puede reducirse a menos de un año.
El especialista también subraya la necesidad de educar a los médicos primarios para que participen activamente en el diagnóstico y seguimiento de pacientes con hepatitis C o cirrosis, dado que el manejo integral y coordinado puede mejorar notablemente los resultados.
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Avances terapéuticos y retos pendientes
Los antivirales de acción directa (DAA) representan un hito en el manejo de la hepatitis C. Estos regímenes orales, generalmente de 8 a 12 semanas, logran tasas de curación superiores al 95 % y son bien tolerados incluso en pacientes con insuficiencia renal o coinfección por VIH.
“El costo del tratamiento antiviral es significativamente menor que el de manejar un paciente con cirrosis o cáncer hepatocelular. La prevención no solo salva vidas, también reduce la carga económica del sistema”, destacó el especialista.
Sin embargo, el acceso a estos tratamientos sigue siendo un desafío. “Podemos tener terapias innovadoras, pero si los pacientes no tienen acceso, de nada sirve el avance científico”, advierte.
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La Organización Mundial de la Salud (OMS) se ha propuesto reducir en 90 % las infecciones por hepatitis C y en 65 % la mortalidad asociada para el año 2030. Lograrlo requiere mejorar el acceso a la detección, combatir el estigma asociado a la enfermedad y fortalecer la coordinación entre especialidades.
“Hepatitis C es una condición curable. Si la tratamos a tiempo, prevenimos la cirrosis y con ello el cáncer hepatocelular”, concluye el Dr. López.

