La artritis psoriásica (APs) continúa siendo una de las enfermedades inflamatorias más complejas dentro del grupo de las espondiloartritis seronegativas, al combinar manifestaciones articulares, tendinosas y cutáneas. Aunque suele confundirse con la artritis reumatoidea (AR), la ausencia del factor reumatoideo (FR) y la participación predominante de los entesis —las zonas donde los tendones o ligamentos se insertan en el hueso— la diferencian claramente.
Afecta tanto a hombres como a mujeres, y puede presentarse desde la infancia hasta la adultez. En cerca del 40% al 50% de los pacientes, se ha identificado el marcador genético HLA-B27, un hallazgo que refuerza el componente inmunogenético de la enfermedad. Sin embargo, las pruebas de laboratorio, como la proteína C reactiva (PCR) y la velocidad de sedimentación globular (VSG), suelen mostrar niveles de inflamación más moderados que los observados en la AR.
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El complejo entesial: el punto de origen de la inflamación
El foco patogénico principal de la artritis psoriásica es la entesitis, una inflamación que se origina en el sitio de inserción de los tendones. En este sentido, se la considera una enfermedad primaria de los ligamentos y tendones y secundaria de la articulación, como lo enfatiza el texto base del estudio.
El proceso inflamatorio se produce a través de un ciclo bidireccional (inside-out u outside-in) en el que la inflamación puede iniciarse tanto desde el ligamento hacia la membrana sinovial como en sentido inverso. Esta comunicación entre el tejido entesial y el espacio sinovial explica por qué la enfermedad puede manifestarse con sinovitis secundaria y daño articular progresivo.
El Dr. José Rodríguez, reumatólogo, advierte sobre uno de los aspectos más críticos en el manejo terapéutico: “Cuando manejamos una entesitis no debemos nunca estar cerca ni en el tendón de Aquiles, porque lo que vamos a hacer es producir una debilidad significativa de ese tendón y separarse”. Esta observación clínica es clave, dado que las inyecciones locales de esteroides en el tendón de Aquiles pueden provocar su debilitamiento o ruptura, una complicación irreversible.
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Además, la literatura enfatiza que el tendón de Aquiles y la fascia plantar son sitios frecuentes de entesitis en la APs. Por ello, la identificación temprana de la inflamación en estas zonas puede cambiar el curso clínico y evitar el daño estructural.
Cinco presentaciones clínicas y hallazgos de alerta
Desde el punto de vista clínico, la artritis psoriásica presenta una gran heterogeneidad fenotípica. Se describen cinco formas principales de presentación:
- Oligoartritis, la más común, que afecta menos de cinco articulaciones.
- Poliartritis, simétrica y bilateral, similar a la AR pero seronegativa.
- Forma distal, que compromete las articulaciones cercanas a las uñas.
- Espondiloartritis o sacroileítis, que compromete la columna y las articulaciones sacroilíacas.
- Artritis mutilante, una forma severa (5% de los casos) que provoca reabsorción ósea y deformidades.
Entre las manifestaciones más características destaca la dactilitis, una inflamación difusa de los dedos de manos o pies, conocida como “dedo en salchicha”, que aparece en el 30% al 40% de los casos. Este signo clínico, junto con la entesitis, es uno de los hallazgos más representativos de las espondiloartropatías.
Por otra parte, la afectación de las uñas —con onicolisis o pitting— puede inducir a diagnósticos erróneos de onicomicosis, llevando a tratamientos antifúngicos innecesarios. La asociación entre estas alteraciones ungueales y la actividad articular es un marcador importante de la progresión de la enfermedad.
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Finalmente, aunque la artritis psoriásica es poco frecuente en poblaciones asiáticas y africanas, se ha descrito una mayor prevalencia en la población puertorriqueña, un dato que abre nuevas líneas de investigación sobre los factores genéticos y ambientales implicados.

