El avance de la oncología ha permitido que miles de pacientes superen el cáncer, pero algunos enfrentan, años después, un nuevo desafío: los síndromes mielodisplásicos (SMD). Estas condiciones, catalogadas como cánceres de la sangre, pueden aparecer como efecto tardío de la quimioterapia o la radioterapia, según explicó el Dr. Alexis Cruz Chacón, hematólogo-oncólogo, en entrevista con BeHealth MED.
“Un paciente con historial de cáncer que recibió quimioterapia o radioterapia puede desarrollar, incluso años después, un síndrome mielodisplásico”, señaló el especialista.
La razón radica en que ciertos tratamientos antineoplásicos dañan el ADN de las células madre hematopoyéticas, provocando con el tiempo una alteración en la producción normal de glóbulos rojos, blancos y plaquetas.
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Aunque el riesgo es bajo comparado con el beneficio de curar un tumor sólido, el seguimiento hematológico a largo plazo se vuelve esencial. “Aun cuando el paciente esté curado, debe mantenerse el control del hemograma por lo menos una vez al año”, enfatizó el Dr. Cruz Chacón.
Seguimiento clínico: el papel clave del médico primario
El galeno insistió en que la vigilancia no termina con la remisión oncológica. Pacientes que fueron tratados por cáncer de seno, próstata o linfoma deben ser monitoreados periódicamente para detectar alteraciones hematológicas.
“Si durante un control de rutina observamos una hemoglobina baja o un conteo plaquetario disminuido, debemos investigar la causa”, advirtió.
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En estos casos, el médico primario juega un papel determinante: identificar los primeros signos y decidir cuándo referir al hematólogo-oncólogo. “El CBC sigue siendo una herramienta poderosa. Puede alertar sobre un problema de médula ósea antes de que aparezcan síntomas clínicos”, explicó.
De acuerdo con el doctor Cruz, antes de sospechar mielodisplasia, es fundamental descartar causas más comunes como deficiencia de hierro, vitamina B12 o ácido fólico, infecciones virales (hepatitis, VIH) o enfermedades autoinmunes. Si estos exámenes resultan normales y persiste la alteración hematológica, el paso siguiente es una biopsia de médula ósea, acompañada de estudios genéticos y moleculares para confirmar el diagnóstico.
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De la sospecha a la acción: educar y acompañar al paciente
El Dr. Cruz Chacón subrayó la importancia de educar al paciente desde el primer momento. “No le digan que lo que tiene es solo una anemia, explíquenle que podría tratarse de un tipo de cáncer de la sangre”, recomendó. Este abordaje ayuda a que el paciente comprenda la necesidad de los estudios complementarios y facilite la adherencia al proceso diagnóstico.
También enfatizó la necesidad de trabajo conjunto entre el médico primario y el hematólogo-oncólogo. Cuando el paciente llega con pruebas básicas ya realizadas —niveles de hierro, vitamina B12, ácido fólico y serologías— se gana tiempo valioso para establecer el diagnóstico definitivo.
El especialista recordó que, aunque los síndromes mielodisplásicos siguen siendo poco frecuentes, su detección temprana puede cambiar el pronóstico.
“Detectar a tiempo no solo cambia el tratamiento, cambia la vida del paciente”, concluyó.

